Gracias a un amigo que me envió una
dirección de internet, tuvimos con mi mujer la feliz oportunidad de ver dos
películas chilenas: el documental de Patricio Guzmán “El Botón de Nácar” y el
largometraje de ficción de Pablo Larraín “El Club”.
Yo no soy crítico de cine, simplemente
deseo comunicar la emoción que me provocaron ambos films.
Patricio es un realizador de documentales
que en cada nueva producción ratifica que su calidad se sustenta en el “cómo” cuenta la
realidad determinada. Luego de ese formidable registro histórico de La Batalla
de Chile, en los restantes documentales que he tenido la oportunidad de ver, el lenguaje artístico se depura más y más. “El Botón de Nácar” contiene una
singular belleza estética: una dolorosa belleza. Ningún comentario que yo
agregara podría entregar la fuerza, la síntesis de la tragedia, que nos entrega
la textura de “ese riel con el botón de nácar”.
“El Club”: qué film tan inesperado, tan
sorprendente. Pablo hace rato que dejó de ser un promisorio realizador. Aunque
yo diría que en este Club, Pablo Larraín alcanza una madurez estética
magnífica. En este film, a mi juicio, todo está dicho en el tratamiento: la
escritura de la historia; la fotografía, tratamiento de planos: su espacio temporal; actuación
excepcional, y más aún por la homogeneidad conseguida. Un equipo de actores
impecables.
Y porque a mi juicio la trascendencia del film radica en su
tratamiento estético, “El Club” de Pablo Larraín, es tan significante que
dice mucho más que lo que vemos y escuchamos…
Patricio y Pablo, no sólo son dos
realizadores chilenos, sino – quizás, sobre todo - dos realizadores internacionales.