de Roberto Matta Echaurren, Discordancias |
Hay días en que me da vergüenza sentirme bien, prácticamente feliz en mi vida personal.
Pese a ello no he perdido la
facultad de comprender a quienes, viviendo el presente, se tientan o buscan
consuelo pensando en que “todo tiempo
pasado fue mejor”.
Sin embargo, me pongo a hilar fino
sobre el pasado, el pasado histórico, y aun mi propio pasado, y me doy cuenta
que 5 siglos antes de nuestra era, la situación no era muy diferente a la
actual.
Si dejo de lado el avance
tecnológico no me queda claro en qué hemos mejorado… ¿Por qué era mejor el
pasado? El de ayer, el de hace 3 años, 20, 40, en fin…
Sí, que hoy existen leyes
laborales (¿de verdad le has echado una mirada al mundo?);
que no existe la esclavitud (¿me estás hablando
en serio?);
la familia, era una institución
sólida (¿además de la tuya?);
los políticos de antes… (no, no,
no, deja, deja…);
hoy existe la ONU (¿cómo se llamaba
tu tío…?);
mal que mal, hoy se ha impuesto la
Democracia (¡vaya, falacia!);
hoy existe la Declaración de los Derechos
Humanos (¿en qué biblioteca, me dijiste?);
hoy estamos informados (¿te
escuché, manipulados?;
la Paz… (¡exijo una explicación!,
diría Condorito)
Ya que nos cuesta aguantar el día
a día, el caótico presente… (alguien o algunos están ganando con ello, eso es
evidente). Y como es seguro que ni usted ni yo usufructuamos de ese caos, me
permito invitarlo a refugiarse en la poesía.
Quizás Nicanor Parra tenga razón:
“En resumidas cuentas/ sólo nos va quedando el mañana: yo levanto mi copa/ por
ese día que no llega nunca/ pero que es lo único/ de lo que realmente
disponemos.”