domingo, 14 de julio de 2013

BIENAVENTURADOS

 


de Carlos Dorlhiac


Estoy aún bajo el influjo de una experiencia extraña debido a la emoción misteriosa que me han provocado unas fotografías de varios personajes humildes de Chillán-Ñuble.



Las fotos fueron tomadas entre 1910-20. Su autor, don Carlos Dorlhiac, un fotógrafo aficionado, según dice la revista, que nunca tuvo pretensiones de ser considerado un fotógrafo hecho y derecho. Y sin embargo hoy, se le considera en el mismo nivel de un Antonio Quintana, Luis Poirot, Navarro Martínez y Jorge Suaré.



Leyendo el número 6 (Diciembre 2011) de la excelente revista “Quinchamalí”  (editada en Chillán-Ñuble) sufrí el impacto.



La calidad de las fotos, sus luces y sombras, su temática verista y sin embargo tan multívoca; el encuadre del espacio; los personajes elegidos, en fin. Subrayado todo esto, por el dramatismo que siempre aporta el blanco y negro... Me quedé prendado observando el universo humano y físico que sugería Dorlhiac.



Pronto me invadió una emoción insondable. Dorlhiac, sin saberlo, había rescatado imperecederamente un pedazo de historia de nuestra ciudad… Había guardado la imagen de quienes seguramente fueron víctimas fatales poco tiempo después, en el terremoto de 1939 (todavía ese devastador movimiento telúrico – no siendo el único - sigue siendo un hito en la ciudad y región).



…Fue en un instante, sin poder precisarlo… Los personajes fotografiados por Dorlhiac se transformaron en fantasmas… Tomaron la dimensión de apariciones errantes… Apariciones que me hablaban de un pasado de mi ciudad que yo no conocí… Me hablaban de su humanidad, de su pobreza, quizás de su desconsuelo; los niños, de su orfandad… Solos… Niños y adultos, algunos en grupo, pero todos emanando soledad… Solos… ¡Qué soledad!... La soledad de la pobreza – de ayer, de hoy, de siempre - está impregnada en sus ropas, en su gesto… Los personajes de esas fotos tienen un no se qué de fatalismo, de resignación…, pero a la vez de dignidad…



Sí, la dignidad de la pobreza que he visto en variadas circunstancias…



Y en ese punto, sin darme cuenta, me vi envuelto en el recuerdo de una anécdota sucedida durante el rodaje del film “El Chacal de Nahueltoro”.



Una mañana, estábamos filmando en un camino secundario, aledaño al fundo de Nahueltoro.



En aquellos años, en Chile desgraciadamente no se acostumbraba – en realidad no existía el video – a filmar el making-off del rodaje. Sucedían muchas cosas fuera de cámara, evidentemente. En realidad se necesitaría un libro para relatar tantas anécdotas y peripecias.



En fin. Un día que estábamos rodando una de las caminatas de Jorge, acompañado de otros cesantes o afuerinos, vimos venir un grupo real de afuerinos que acertaba a pasar por el lugar. Eran unas siete u ocho personas entre hombres, mujeres y niños, quienes viendo que teníamos ocupado el lugar, se sentaron a la vera del camino para descansar.



Durante la producción del film no habíamos logrado reunir más de tres o cuatro afuerinos con quienes estábamos filmando esa mañana. Y Héctor Ríos, el fotógrafo, le decía repetidamente a Miguel, el director: “se ven muy pocos, Miguel, no puedo ampliar el cuadro”.



De tal forma que Miguel, viendo al grupo de recién llegados que se había sentado a la orilla del camino, pensó que el maná del cielo venía a sus manos. Me dijo:



-Nelson, por qué no te acercas tú a ellos y los invitas a trabajar con nosotros. Con esa vestimenta te harán más caso… (yo estaba vestido de personaje).



Me acerqué a la cuadrilla de afuerinos, actuando mi personaje. Indiferente, como mirando para otro lado, les pregunté de dónde venían y hacia dónde iban. Pero viendo que me respondían con monosílabos, con más recelo que mi “actuación”, les dije por las derechas:



-Oigan, ganchos, si quieren ganarse unos pesos quéense a trabajar con nohotros por el día…



Se puso de pie el que parecía ser el jefe de la cuadrilla, un hombre alto de unos 45 años, rostro anguloso y cuerpo macizo. Su físico y actitud enhiesta contrastaban con sus pobres vestiduras:



-¿Y qué sería?, dijo.



-Unas jotos. Esos caballeros – señalé al equipo de rodaje -, andan sacando unas jotos pa mostrar la pobreza nuestra, le dije…



El hombre miró a su grupo. Pensó un momento y agregó:



-¿Y aónde van a mostrar la pobreza?



-Aquí, pus, en todo Chile. Y por todo el mundo, agregué intentando darle más importancia…



El hombre miró de nuevo a su grupo. Luego de un momento se agachó para echar mano a su bolsa, con cuyo gesto los demás de la cuadrilla se levantaron haciendo lo mismo. El hombre, echando su bolsa al hombro, con una dignidad y molestia que nunca olvidaré, me dijo:



-¿Y por qué nohotros tenimos que andar mostrando nuestra pobreza por el mundo entero?



El grupo emprendió la marcha, decidido:



-Oiga, amigo, pero escuche, esto nos conviene a todos, quise insistir. Es pa denunciar a los ricos  (intentaba hacer el discursito…)



Nada. La cuadrilla de afuerinos con sus bolsas al hombro, sus chiquillos, y alguna mujer con su guagua en brazos, siguieron su marcha, impertérritos, pasando por en medio de cámaras, utensilios y compañeros de la filmación, quienes miraban a la cuadrilla y a mí, como pidiendo una explicación…