lunes, 6 de mayo de 2013

INVASIÓN IMPRESIONISTA

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Renuncio a todo hoy día: a mi conciencia social, a los millones que se mueren de hambre, entre ellos numerosos niños; renuncio a referirme a los "señores políticos", a los empresarios de la explotación  - no a los que todavía producen bienes de servicio -, renuncio a referirme a los ambiciosos especuladores que además de sus ganancias nos han impuesto el Dinero como el valor fundamental de esta época. En fin, renuncio a todo hoy día, excepto a dos cosas: al Amor y a la Primavera.

Este momento emocional, surgió sencilla y espontáneamente porque tuve la buena idea de sentarme bajo el “gazebo” instalado en la terraza de mi casa que da al jardín posterior. Y aquí es evidente que la vida está renaciendo una vez más - una vez más - desde hace catorce mil millones de años. Y ese hecho me provocó una agradable fuga (la fuite, como diría Henry Laborit).

Tal vez éste sea el primer año en que observo la Primavera paso a paso. Y digo bien paso a paso, porque ha sido durante mis caminatas habituales, una vez que el Invierno comenzó su retirada, que he percibido el desarrollo de la porfiada Vida. Y todo sucedió durante una semana.

Primero, fue el sol, insistiendo en derretir los islotes de nieve que todavía quedaban en los jardines. La segunda señal de la Primavera fue el caudal del río que aumentó notablemente; luego, fueron los tímidos pasos de la clorofila que forzó los incipientes brotes de los árboles; a las 48 horas se escucharon entonces piares aislados de pájaros que seguramente se aprestaban para sus primeras citas; dos días más tarde uno que otro mosquito voló sin saber exactamente hacia donde dirigir sus alas. Y de pronto, los niños..., sí, los niños, que hasta hace unos días ni siquiera se sabía que existían. Las calles desiertas y silenciosas a causa de la nieve habían callado sus gritos y sus risas.

Así es que aquí me encuentro, en un mediodía de fin de semana, sentado bajo el gazebo percibiendo la Primavera. Percibiendo la Vida sin necesidad de microscopio.

Decidí describir todo esto porque de pronto me he sentido identificado con todas aquellas antiguas comunidades humanas para quienes su Diosa tutelar era la Tierra, el planeta Tierra, este hermoso globo azul.

Me encanta darme cuenta que en este traspatio de mi casa todo es colaboración, cooperación: cada brizna de césped, cada hormiga, cada hoja de árbol, en fin, toda flor, FLOR - las mismas que aparecieron al tiempo que los primates - están  imbricados con todo lo que les rodea.

Y como la ociosidad me permite continuar escribiendo, me emociona saber que esos añosos árboles al fondo del jardín tienen en definitiva mi misma estructura molecular. Somos dos seres vivos compartiendo la vida que nos otorga la Naturaleza. Las apariencias físicas, corrientemente nos hacen pensar que los humanos somos seres únicos, diferentes al resto de la naturaleza. Sin embargo somos Naturaleza, igual que el árbol, con la excepción que esos árboles son más "civilizados" que nosotros: no son depredadores, no se alimentan de otros seres vivos, como yo.

¿La fotosíntesis, será algún día cualidad también de los Hombres, de estos animales tardíos que somos, expropiadores de grutas y cavernas?

Toda esta suave luz y agradables brisas, este verdor de la maravillosa clorofila que me rodea por todas partes…, esta Primavera…, con mi mujer esperándome en el interior de la casa… Oh, sí, mis amigos... Todo este momento bien vale una cerveza fría. Salud.