jueves, 16 de febrero de 2012

SAN JUANITO, EL DE LA ESQUINA




Los regresos periódicos a mi país, Chile, ya no me provocan nostalgias ni melancolía, sino sobre todo desconcierto. El paisaje urbanístico de la ciudad de Santiago, en pocos años, ha cambiado quizás tanto como el paisaje humano. Pese a todo, Chile para mí sigue siendo un sentimiento.
Por razones de trabajo, me trasladan a barrios de la capital que tal vez hace 10 o 15 años no existían. Tengo claro que esta capital perdió hace mucho tiempo su nombre original “Santiago de Nueva Extremadura”. Y visitando estos nuevos barrios, pienso que hoy podría rebautizarse la capital, como “Santiago de Entrecerros”.

A gran parte de los capitalinos, aquellos que antiguamente se les denominaba como “copetudos” – actualmente suelen denominarlos “nuevos ricos” – han sido influenciados por el ganado “caprino”. Porque como las cabras, han ido construyendo sus viviendas cada vez más arriba de la cordillera, entre cerros y quebradas.
Todos sabemos que la inmensa mole cordillerana que rodea Santiago, en verano impresiona por su aridez, y en invierno por su belleza nevada.

Y me pregunto en este mes de Febrero de 2012, en medio de estos cerros y quebradas - probablemente a 500, 600 o más metros de altura -, si estos humanos santiaguinos mitad hombre, mitad cabras, tendrán un límite en seguir urbanizando la Cordillera de Los Andes.
Una actividad constructora tan activa y numerosa, que podría convertirse en una empresa mítica en los siglos venideros, una empresa de leyenda…, si alguna vez al corcel indomable se le ocurre sacudirse de sus jinetes, dejando sólo los vestigios, las ruinas de una conquista frustrada…
Ruego por tanto a todos los hados, que la Cordillera no se sienta mancillada por el progreso urbanístico.

La cabra o ganado caprino, es el segundo animal, después del perro, domesticado por el hombre, tal vez desde hace unos 8.000 años a.C. Y desde entonces ha ocupado un lugar importante como objeto mitológico, religioso, de supervivencia y económico.
Bien pudiera ser que en el futuro, masas de santiaguinos que viven en los valles, se reúnan a los pies de la Cordillera para dirigir sus plegarias a estos hombres-cabras. Quién sabe si las oraciones provoquen el renacimiento del maná, deslizándose por las laderas de los cerros, ofertas de trabajo, alimentos y vituallas para los humildes del valle.

La geografía y geología de esta capital, “Santiago de Entrecerros”, tiene todas las condiciones escénicas para levantar oráculos y altares de “sacrificio”. Y sus diferencias sociales de alto contraste, se prestan magníficamente para escuchar de cerro en cerro los ecos de los gritos aterradores del pasado y del presente

Don Juanito, el del almacén de la esquina, predijo hace tiempo que Chile es una gran marquesina que el Océano Pacífico ha ido horadando pacientemente, hasta que llegue el día en que la marquesina se despegue de la Cordillera, y salga navegando por los mares como un gigantesco transatlántico…

Ese día, los hombres-cabras sacarán, desde allá, desde las alturas de sus magníficas viviendas, sacarán sus pañuelos, despidiendo por fin a esas molestas gentes del valle que no fueron capaces de continuar la natural evolución hacia las especies cabronas humanas.