viernes, 3 de junio de 2011

FAREWELL, QUEENS PARK

de BZ, abuelo y nieta en Queens Park



Quería encontrarlo en su soledad... Suponía que así lo disfrutaría en su plena belleza. Solitario, silencioso en un atardecer amenazando lluvia con el viento ensortijado entre sus árboles, Queens Park, parecía recogido sobre sí mismo… meditabundo...
Son tal vez… unas 7 hectáreas verdes extendidas en una suave colina, que albergan gaviotas, gansos y palomas… La laguna, en medio de la hondonada del parque, estaba quieta…, compartiendo el silencio. Intermitentemente, algún pajarillo invisible insistía en enviar mensajes llamando a su pareja…
Más allá, sobre la suave colina, cuatro o cinco gansos (gooses) buscaban larvas y raíces. Inmigrantes eternos, estos gansos sin embargo un día decidieron posarse en Queens Park, luego de un largo vuelo de no se sabe dónde…

Envuelto en esa quietud, respirando un leve perfume de mar proveniente del Canal de la Mancha - quinientos metros más abajo del parque… -, pensé si no sería este, mi estado de relax, la paz espiritual que alcanzan los místicos y/o practicantes del yoga…
Era mi tarde de despedida de la singular ciudad de Brighton, Inglaterra. Una ciudad con un no sé qué de atmósfera retro. Esta tarde, me había bastado caminar no más de 200 metros desde el apartamento de Miren y Julio y sus tres pequeños hijos - familia tan querida -, para venir a despedirme del silencio, del perfume de mar, del verdor del césped y de los añosos árboles…
Conozco Queens Park como la palma de mi mano. Conozco todos sus pasadizos secretos en su apretada foresta, porque en él he sido explorador, cazador de leones, escalador de rocas, capitán de fantásticas expediciones…, y… buscador de tesoros…

Puedo decir exactamente además, el punto en que aparecí transformado en un horrible monstruo, devorador de niños. Los gritos de los nietos y sus amigos dieron testimonio de mi eficiencia monstruosa.
Sin embargo, en estos días en que he estado por segunda vez en Brighton, no pude convencer a los nietos que me siguieran en busca de leones y tesoros… Es cierto, habían pasado 4 años desde nuestras primeras expediciones… No me quedó otro remedio que recurrir a mi actuación de monstruo, pero esta vez en casa, escondido detrás de las puertas… Los gritos y carreras fueron señales inequívocas de mi nuevo éxito “monstril” (me pregunto, por qué a ningún productor se le ha ocurrido nunca contratarme como monstruo para niños…)

De pronto, sentado junto a la laguna, se impuso una imagen en mi memoria: el parque pleno de madres y chiquillos. Horas en las cuales Queens Park transforma el condado de East Sussex en una comunidad: pareciera que Brighton entera se hubiera congregado en este parque, y pareciera que todas las madres y chiquillos se conocieran y se cuidaran entre ellos…
Algarabía de niños y muchachos, algunos montados en veloces scooter y patinetas; más allá, futbolistas; aquella chiquita dando sus primeros pasos, desorientada cuando ha quedado tendida de espaldas sobre el césped… Y allá, detrás de las rejas, perros que corren de un lado a otro buscando astillas o artefactos ad hoc, lanzados por sus amos…

En la suave pendiente, junto a los juegos infantiles, grupos de madres, padres, abuelos, y escasamente alguna criada, conversan animadamente del último concierto, exposición de pintura, de las “open house”, u obra de teatro recién estrenada…
La imagen se diluye…, y vuelvo a disfrutar del frescor del viento, del perfume de mar, de la paz conmigo mismo y con el mundo…
Un ganso lanza un graznido, y por un instante vienen a mi mente los gansos de la casa de campo de mis padres, allá…, en los alrededores de El Carmen, Ñuble… Esbozo una sonrisa compasiva, pensando que estos gansos en Chile no habrían disfrutado de una vida ornamental…
Farewell, Queens Park… and thanks for your silent beauty...