jueves, 24 de marzo de 2011

EL PODER DE LOS PRINGADOS

de Otto Dix

Luego de haber visto y leído las últimas declaraciones de James Hamilton, una de las víctimas del caso “padre Karadima”, en Chile, es imposible no inquietarse. Y en primer lugar, hay que lamentar el tremendo drama que significan los hechos, para Hamilton y el resto de las víctimas (no solamente de Karadima). Y sin embargo, al mismo tiempo, qué estimulante resulta ver a “un chileno” (de la Plaza Italia p´arriba, además), atreverse a llamar las cosas por su nombre.

Quienes tenemos ya algunos años transitando por este globo azul, siempre hemos sabido – cuando no hemos sido testigos - que en las diversas instituciones u organizaciones de las cuales tenemos necesidad para convivir y sobrevivir socialmente – asunto global -, se enquistan miembros que en su accionar, contradicen flagrantemente los fines de dichas organizaciones.

Y también sabemos que pese a su comportamiento, esos ejemplares enquistados, suelen adquirir espacios de poder ilegítimos, pero eficaces.
El método para adquirir ese poder ilegítimo es más antiguo que la Biblia y sus similares. Se denomina pringar, untar, manchar, ensuciar: en el sentido de comprometer a alguien en un asunto de dudosa moralidad.

Tenemos que reconocer que dicho método tiene distintos valores o importancia a través de nuestra vida: el niño que incita a su hermanita a robar un pedazo de pan…, etc., etc. Tener un cómplice en la casa familiar, facilita muchas cosas en nuestra infancia y adolescencia…
Por otra parte, quienes hemos nacido y nos hemos criado en un mundo occidental y cristiano, sabemos que Eva – invadida por la maldad - hizo cómplice, ¡vaya, pringó a Adán, señores!, jorobándonos de paso, a todos, para el resto de nuestros días. Y hay que tener en cuenta que en los tiempos de Adán y Eva, no existía la televisión ni los políticos ni la mafia (¡a menos que la serpiente fuera todo eso!).

Debemos confesar, aunque nos cueste aceptarlo, que vivimos resignados ante el contubernio no sólo evidente - a la luz del día -, sino de todos los contubernios que adivinamos en las sombras, los más poderosos, porque constituyen “El Poder de los Pringados”.
Que han existido y existen algunos políticos honestos, sí, existen, pocos, pero los ha habido - y aunque más difícilmente -, los hay. Igualmente Jueces, policías, bomberos, etc.

Que hay sacerdotes y feligreses honestos, etc., los ha habido y los hay. Que el robo hecho por un policía es más grave que el de un delincuente, obvio, como diría Nacho García. Que un político diga una cosa en campaña y haga otra cosa en el gobierno…, bueno…, es político.

Hoy, se leen y escuchan algunos comentarios internacionales, afirmando que sería más conveniente que Gadafi fuera derrotado por el pueblo libio, antes que por la intervención extranjera… Pero claro, para eso se necesitaría una oposición revolucionaria, y parece que no es el caso.
Haciendo un paralelo con el asunto Karadima - punta del iceberg en el día de hoy -, parecería que la solución, es que de una vez por todas, el pueblo de feligreses católicos, dirigidos por todos aquellos sacerdotes que siempre han estado arrinconados por el clero oficialista, se decidiera a fumigar las “termitas” que están derruyendo el edificio.

Y debo confesar que esto último lo digo, no porque me interese el edificio, sino por el efecto corrosivo que en la sociedad occidental y cristiana tiene su extinción…

jueves, 17 de marzo de 2011

SINVERGONZONERÍA

de Otto Dix, war

Quiero decir, desvergüenza, inverecundia, sinvergüencería… ¡Y no! No existen ni adjetivos ni calificativos que basten para describir la desfachatez con la cual se comportan los capitales trasnacionales y sus políticos lameculos.

Cuando a propósito de la revuelta en Libia – independientemente de las simpatías o rechazos que inspire Gadafi –, incentivada sin duda por los grandes grupos económicos de este mundo, el gobierno de Inglaterra manifiesta públicamente que recibirá encantado a los millonarios árabes que depositen 5 o 10 millones de libras esterlinas facilitándoles así la residencia en dicho país (un país lleno de inmigrantes pobres que limpian las heces y orines de los piratas), es más que el colmo.
Cuando eso se ve, se lee y escucha.

Cuando la ONU, luego de las armas masivas de IRAK - el último grano de arena que le hizo perder toda honorabilidad -, toma el acuerdo de intervenir descaradamente en un país y gobernante soberanos – hasta ayer elogiado por los mismos hipócritas de hoy –, no se encuentran los calificativos para todos ellos. Ni aun, recurriendo a los epítetos folklóricos que cada país ha creado para los cabrones.
El mundo árabe se revuelve. No cabe duda que otros mundos también se revolverán. El punto es ¿en beneficio de quién son las revueltas en última instancia?
¿Y estos mismos señores que están detrás de las cortinas, construyen cárceles, cámaras de gas, guillotinas, etc., para castigar a los delincuentes? ¿Delincuentes?

Frente a tanta inmundicia hipócrita como la que muestran los señores del Poder, ¿quién puede sujetar a aquel que hoy día mismo, siendo testigo de tanto descaro, se ha dicho ¡basta!, ¡basta de comportarme como un gilipollas!? ¡A la mierda el respeto a la Ley, la moral, el respeto a lo ajeno!

Las reglas del juego las están poniendo y exponiendo con tanto descaro los que deberían mostrarnos un mínimo de ética social, que no hay Dios que se conserve en sus altares. Hasta el más honrado siente temblar sus piernas.

El mundo se revuelve, las leyes son valores de grupos, la moral un cambalache, como el tango, lo mismo en Chile que en la quebrada del ají. En 5 minutos los señores del Poder nos convencen que lo blanco es negro y lo negro es blanco. ¡Qué quiere que le diga mi amiga y amigo!

Con todo respeto, la Religión y la Televisión se parecen: para millones, lo que una y otra digan, es la verdad revelada. Verdad por la cual somos capaces de amar, odiar, matar.

Si hoy, usted está tentado a cometer un delito…, usted verá si aún le queda un altar donde mirar…

miércoles, 9 de marzo de 2011

TRIMEGISTO

de Otto Dix, detrás de la máscara

Cuando abrí la puerta de casa aquella mañana, cerca del mediodía, la sorpresa fue mayúscula. Aunque hacía casi 30 años que no veía a mi amigo, ahí estaba, como un milagro de Fausto: grandote, lampiño, gordo, con la misma mata de pelo que tenía a los 10 años de edad. Y un fuerte olor, o perfume, a trago.
Me abrazó, o más bien me apañó entre la enormidad de su cuerpo, estremecido por sus grandes carcajadas:
-Mi viejo perro, me dijo, ¿creías que te había olvidado?
-Pero, gordo, cómo… ¿quién te dio mi dirección? Pero entra, que hace frío. Quítate el abrigo. ¡Estás igual, huevón! ¿Pero cómo supiste que yo vivía aquí?
-Tengo fotos de esta casa desde hace unos 3 años. Ya sabes, si hoy día tienes un teléfono o un ordenador, pierdes tu privacidad…
-¡Bego! - llamé a mi mujer -. Ven a saludar a un amigo.
-Lo sé todo. Tu mujer es vasca y se llama Begoña.
-Cabrón. Sigues jugando a los bandidos, por lo que veo. Pero pasa, pasa…
Vino Begoña desde el interior de la casa, sonriente:
-Tomé un desayuno pantagruélico no hace mucho, así es que no te preocupes por la comida, dijo el gordo, a manera de saludo.
-Siempre se le puede echar un poco de agua a la sopa. Ya sabes -, contestó Bego, mientras quedaba sumida en los brazos del grandote de mi amigo.
-Un vinito, acepto encantado.
-El bar lo atiende mi marido - dijo Bego, reapareciendo de entre los brazos del gordo.- Pero eso sí, me tienes que permitir que al menos vaya a peinarme.
-“Politesse oblige”, dijo riendo mi amigo.
Mi mujer fue a acicalarse, y yo traje una botella de vino. Nos acomodamos en el salón con el gordo, y al primer trago se nos soltó la lengua, intentando ambos resumir todos los años que no nos habíamos visto. El gordo, venía más o menos “colocado”. Era notorio el olor a alcohol que desprendía su cuerpo. De manera que al poco rato de nuestra conversación, el gordo, reiteró su estado alcohólico, porque reconocí en él un estilo, una manera sentenciosa de hablar:
-Si alguna vez como espectador o lector, has quedado conmocionado frente a la obra de algún creador, créeme que no ganarás mucho conociéndolo personalmente. Toma en cuenta que Dios mismo tuvo una feísima experiencia en el intento de mostrarse en vivo y en directo”…
A mi amigo, siempre le gustó tomar ese aire de profeta cuando se metía unos cuantos tragos. Nos conocíamos desde Chillán-Chile, hacía casi tantos años como los que yo tengo. Ahora era funcionario internacional. Su trabajo – que nunca estuvo claro de qué se trataba - lo mantenía en permanentes desplazamientos por el mundo.
- Si alguna vez te tienta escribir sobre las huevadas que digo, cámbiame el nombre. No sería muy beneficioso para mí, que se enteraran de lo que verdaderamente pienso…, dijo sonriendo sardónicamente.
- ¿Y cómo querrías llamarte?, le dije, sin plan alguno.
- Trimegisto, me contestó al instante. Ese viejo, Trimegisto, habló muchas huevadas interesantes…
-Veo que la onda clandestina se te quedó pegada como hábito…, le dije bromeando.
-¡Ay, mi viejo perro…!, suspiró Trimegisto, echando vino en las copas… Sin la conspiración, mi trabajo no existiría… El mundo real sólo existe detrás de las cortinas, querido amigo… También el tuyo…, el mío… Salud…
-Salud… ¿Te amarga mucho lo que haces?
-Casi nunca es agradable conocer al actor detrás del telón. Y no me refiero a ti, ya lo entiendes…
-¿Y por qué no te retiras? Podrías jubilar, supongo…
-En mi pega, más bien te jubilan -, me contestó Trimegisto pasándose el dedo índice por el cuello.- La naturaleza del hombre no es sólo luz, ya sabes…
-Perdón- interrumpió mi mujer, entrando desde la cocina-, ¿has probado alguna vez el bacalao en aceite de oliva y ajo?
-No, pero suena bien.
-Es un preparado muy antiguo que utilizaban los pescadores vascos cuando salían a la mar. Antiguamente, las faenas eran de 6 meses…, a veces un año…
-Bien, a probarlo… Supongo que irá bien con el vino…
-¡Es decir! Ya me dirás…
- Hummm… ¡Wonderful! ¡Pero putas que es bueno esto! Merece un trago. Salud.
-Salud, respondí yo, bebiendo mi copa.
Y entonces mi mujer:
-Este…
-Trimegisto, me apresuré a precisar.
-¿Ah, sÍ, Trimegisto?... Bueno. Trimegisto, ¿por qué decías eso que no valía la pena conocer a los creadores?
-Porque en general, es desilusionante… Las obras creativas siempre son superiores a sus creadores. Eso de que “por sus obras los conoceréis”... Su talento creador, sin duda, pero no su persona. Las personas son así, chiquitas. Ya sea poeta, arquitecto, científico…
-Recuerdo que admirabas mucho a Ho Chi Min, sin embargo, le dije.
-Y sigo siendo su admirador. Un hombre que llora ante su pueblo porque tiene que pedirle que vaya a la guerra… Esos hombres ya no se fabrican… ¿Sabes? Ho Chi Min era un creador y creación, al mismo tiempo…
-¿Lo conociste personalmente?, preguntó mi mujer.
-En dos oportunidades… ¡Oye, este bacalao está de la puta madre! Me hubiera gustado que Silvia lo conociera. Salud.
-¿Tu mujer?
Trimegisto, me miró sorprendido. Era cierto. Nunca le había hablado a mi mujer del gordo.
-No, su hija -, corregí.
-Una hija descarriada - agregó Trimegisto, intentando sonreír con ese tonito irónico, escéptico-. Murió, hace dos años.
-Ah, creí… - musitó mi mujer.
-Murió en Irak, la tonta. Era corresponsal de guerra… Una mina en la carretera, ya sabes… La bolita cae justo el día en que te toca… A ella le tocó a pocos días de haber cumplido 50 años.
-Lo siento…
-Nada… Es bueno recordarla entre amigos…
Mientras yo llenaba su copa y la mía, Trimegisto agregó:
-Es jodido ser viudo y perder la hija única… Salud…
Bebimos. Quedó una pausa… Trimegisto, se sentó pesadamente en el sillón. El vino hacía un doble efecto debido a su estado de ánimo:
-He perdido la capacidad de emocionarme. Quizás eso es lo más triste... Creo que es resultado de mi oficio: siempre aconsejando, asesorando… Me miro a mí mismo como un caso, ¿sabes?… Hace rato que no me hago cargo de mí mismo, verdaderamente de mí mismo… Salud…
-¿Quieres tenderte un rato?, le dije.
-Aquí mismo… Todavía no pierdo la costumbre de tenderme en cualquier parte… Es muy acogedora tu casa, Begoña… Gracias por recibirme…
-Encantada de conocerte…
Trimegisto se acomodó en el sofá…, tendido su tremendo cuerpo, con la mitad de sus pantorrillas fuera de los brazos del sofá. Se quedó mirándome un rato en silencio. Luego dijo:
-Me hace bien verte, mi viejo perro… Me hace bien estar contigo después de tantos años… ¿Te acuerdas cuando nos montábamos a escondidas en los coches “huasquiados”, allá en Chillán?... No necesito explicarme ni que me expliquen por qué he venido a verte…
Y mi amigo chillanejo, Trimegisto, se fue quedando dormido mientras balbuceaba:
-“La Naturaleza sonrió amorosa, porque ella había visto la belleza del Hombre en el agua y su sombra sobre la Tierra. Y Él, percibiendo en el agua el reflejo de su propia forma, se prendó de amor por ella, y quiso poseerla…”