lunes, 22 de noviembre de 2010

LISTÓCRATAS Y HUEVONÓCRATAS


Hay días en que leyendo las noticias de Chile y del mundo me arrepiento de haberlo hecho. Y he escuchado, que a otros cuantos les sucede algo similar.
Y sin embargo los personeros o voceros del poder, no se cansan de hablar todos los días de un mundo en el que nadie vive. Quiero decir, de un mundo inexistente, excepto para ellos mismos.
Es increíble. No existe farsa teatral, película para niños, o films de ciencia ficción que supere las fantasías – en realidad falacias - de los jerarcas del poder. Y sin embargo aceptamos sumisamente sus descaros y su estulticia.

El afán de consumir nos tiene tan desarmados – atontados es la palabra -, ante los sinvergüenzas, que éstos nunca antes habían tenido tan despejado el campo para hacer con nosotros lo que se les da la gana. Nos tienen tan ocupados en resolver nuestro día a día, y sobre todo, ansiosos de obtener la última “huevada tecnológica” que ha salido al mercado – aunque no tengamos donde caernos muertos -, que una elite se contempla todos los días ante el espejo felicitándose por formar parte de la “Listocracia”.
Los listócratas son cada día menos, pero por lo mismo cada día son más poderosos. Los medios de comunicación, la Banca, la Bolsa, la industria, se concentra cada día en menos manos.

Al mismo tiempo, cada día son menos los “náufragos” que aún se aferran al salvavidas de pensar, de preservar su conciencia crítica.
Porque las grandes mayorías estamos envenenados con la pócima que nos inyecta a diario la listocracia: pensamos, hablamos, sentimos, deseamos, nos vestimos, y en definitiva, concebimos la realidad, de acuerdo al mensaje de los listócratas.
De los listócratas, he dicho bien. No ya de los “nobles”, de los “clérigos”, de los “burgueses”, de los “empresarios”. El listócrata no es una nueva clase social, es una especie de sincretismo, si se me permite, y a la vez un híbrido. Es un bicho ambiguo, transversal, generalmente especulador – no sólo en las finanzas -, quien eventualmente puede estar ligado a una actividad productiva, siendo su fin último sin embargo la especulación de capitales y de los valores éticos. El listócrata, ha transformado la filosofía, la ideología, las religiones, la política, en asuntos instrumentales para defender y acrecentar su poder.

Y los “huevonócratas” que constituimos la “Huevonocracia” – antes se nos denominaba esclavos, siervos, masas – estamos permeados de la misma actitud avalórica que los listócratas. Aunque siendo más inocentes que ellos, los huevonócratas creemos aún defender valores, pero en el fondo – inyectados con la pócima antes dicha - nuestros actos diarios develan nuestra aspiración de ser listócratas. Por cuya causa vivimos con los huevos y los ovarios ocupando el lugar de las amígdalas.

Porque ante tan estúpida aspiración, vivimos permanentemente frustrados y endeudados. Sin darnos cuenta que este mundo real, elaborado por la listocracia, es cruel. No hay consuelo. No, señores. Oremos, pero no nos turbemos: “De los pobres NO será el reino de la Listocracia”. En el reino de la listocracia sólo tienen cabida los que son capaces de matar a su madre si es preciso, pero haciéndolo de tal modo que no les salga “ni por curado”.

En Estados Unidos estos especímenes, sobran. Aquí mismo donde vivo, Canadá, también. En Chile para qué decir, ladrones y genocidas, además de otras yerbas…
Como miembro de la huevonocracia, sabiendo que los medios de comunicación, en manos de la listocracia, no dan cuenta de la creatividad del hombre en las ciencias, educación, arte, etc., sabiendo eso, digo, vivo con la esperanza que los “náufragos” – entre ellos mucha gente joven felizmente - logren llegar a las playas.

Y una vez allí, se reconozcan unos a otros. Y emprendan el largo camino de la unidad, cruzando los montes. Deteniéndose ante los antiguos árboles que ya dieron sus frutos, y que sin embargo hoy son útiles para montarse sobre ellos, y desde su altura, con nueva mirada, ver los nuevos horizontes.

domingo, 14 de noviembre de 2010

EL VOLCÁN DE CHILLÁN Y DOS PIÑONES

de Nelson Villagra, Volcanes de Chillán


En la página de inicio de mi ordenador tengo una gran foto del volcán de Chillán junto al Nevado, y dos piñones en mi escritorio, sobre una pequeña piedra recogida por mí en el Estrecho de Magallanes.
Tal vez eso, hoy, me estimuló la curiosidad y, por qué no decirlo, la nostalgia, y decidí entrar en las páginas del diario La Discusión de Chillán (el segundo diario más antiguo de Chile). Un diario del cual tengo magníficos recuerdos, ya que siempre apoyó nuestra labor cultural artística, por allá por los años 50. En aquel tiempo todavía era su director don Alfonso Lagos Villar y sub director Edgar Perramón, si la memoria no me engaña.

Radiodifusión Cultural de Chillán, se llamaba el grupo al cual tuve la oportunidad de integrarme cuando recién tenía 13 años de edad. Lo dirigían mis distinguidos y queridos maestros, Ciro Vargas Mellado y Enrique Gajardo Velásquez (este último nos asesoraba desde Santiago con visitas periódicas).

Si nombrara a los compañeros que formábamos en aquellos años el colectivo cultural, que luego formó el Teatro Experimental de Chillán y posteriormente el Instituto de Extensión Cultural de Chillán, el Coro de Chillán (dirigido por el maestro Pulgar) seguramente olvidaría algún nombre, cometiendo una injusticia. Porque entre los valores que tuvo aquella experiencia cultural, fue su afán colectivo.

Mi querida ciudad natal de Chillán, tenía en los años 50 unos 46.000 habitantes. Hoy, según he leído, es una urbe de 165.000 habitantes. ¡Wow! Sin embargo, ante el aumento de la población, en la Plaza de Armas, sus árboles son los mismos de mi infancia y adolescencia. Los mismos que admirara el filósofo Jorge Millas de visita en Chillán por aquellos años.
El grupo cultural (Radiodifusión) me encargó un día que acompañara al filósofo a dar un paseo por la ciudad. Yo tenía unos 14 años. De pronto, aquel hombre se detuvo en medio de la Plaza y dijo: “Me gusta este lugar por su macicez arbórea…” Me quedé boquiabierto. No tuve idea de lo que había querido decir. Y precisamente por eso, hoy recuerdo la frasecita como si aún la estuviera escuchando.

La última vez que caminé por las calles de la ciudad, luego de varios años de ausencia, fue en marzo-abril de 2008, mientras filmaba una película (El Regalo), en las Termas de Chillán.
Entre las cuatro avenidas que le dan la cuadratura a la parte más tradicional de la ciudad, ya no había calles de adoquines ni de huevillo ni de tierra. Se levantaban por aquí y por allá algunas torres – en Chillán, zona sísmica, cualquier edificio de más de 4 pisos es una aventura - tan monótonas como en cualquier otra ciudad en donde el “crecimiento” y el “progreso” han hecho su aporte tan discutible.
Y el Mercado de Chillán…, ¡qué quiere que le diga! Todo se ha sofisticado. Pero a pesar de todo, conserva su colorido, su ambiente bullicioso. Pero claro, en las calles adyacentes ya no está el “turco” en la puerta de su negocio agarrando al campesino de la manga: “Miajito lindu, te tengo la género bunitu va tu siñora”. No, ahora los hijos de aquel comerciante son dueños de una galería comercial importante.
 

de Nelson Villagra, desde la habitación


En 2008, habían desaparecido los “coches guasquiados”, y ahora podías arrendar un 
taxi que te llevaba hasta las Termas mismas, allá en lo alto de la Cordillera. Como era lógico, en aquel año de 2008 ya tampoco estaban mis amigos con los cuales corríamos detrás de los coches para montarnos en el eje trasero, hasta que nos descubría el cochero, quien lanzaba guascazos hacia atrás obligándonos a abandonar nuestro deleite...
¿Y el “Tren Chico”, de Chillán a Recinto, dónde está?... ¿Y el “Ramal” de Chillán a Concepción, que en aquellos años cruzaba por bosques de árboles autóctonos?... ¿Las tortillas de Ñipas, los “chupones”, el aire de mar, adivinado antes de llegar a Dichato…, dónde están? ¿La mujer de las palomas…, quién sabe de ella…? ¿Y de la huacha Torres, quién se acuerda…?

La cultura en mi ciudad sigue siendo aupada por diversos intelectuales y artistas. A contrapelo muchas veces, como todo intelectual y artista que se respete. Quizás entre sus tareas, rescaten un día algunas imágenes perdidas u olvidadas…
Recuerdos, amigos, romances, amores… Como toda ciudad natal, Chillán es para mí mucho más que la ciudad donde nací y me crié. Es un sentimiento. Un sentimiento estructural que ha venido generando mi evolución, como persona, como actor…, y estimulando también mi capacidad de amar…

lunes, 1 de noviembre de 2010

" EL ABISMO LLAMA AL ABISMO"

ABYSSUS ABYSSUM INVOCAT



Escuchando y viendo a Serge Latouche en el video de You Tube, recordé una décima del Maestro Merardo, un humilde albañil que pocos años antes de morir, me regaló sus cuadernos en los que había escrito sus versos:


Son tiempos en que las ciencias
anuncian muchos portentos.
Todo el mundo está contento.
Nadie ve la inconveniencia
de la falta de conciencia
que manipula el progreso.
Lo nuevo, más que lo viejo,
es la única medida,
no importa si da la vida
o si te arranca el pellejo.