viernes, 23 de julio de 2010

ISABEL ALLENDE, LA ESCRITORA





Curioso, muy curioso – según he leído – lo que pasa con Isabel Allende, candidata al Premio Nacional de Literatura en Chile.


En algunos círculos literarios e intelectuales chilenos, se han entretenido cruzando espadas en pro y en contra como en los mejores tiempos de los “carrerinos” versus “o´higginistas”, “nerudianos” o “rokianos”, etc., etc.


Habiendo transcurrido más de 17 siglos de su muerte, es un honor para el “profeta de la luz” – Mani –, que en Chile sigamos entreteniéndonos con nuestras actitudes maniqueístas. Lo he dicho otras veces: a los chilenos nos gusta jugar al blanco o negro; nos gustan las películas en donde existe el bueno y el malo.


Que se discuta la calidad de los candidatos a dicho premio es perfectamente lícito, aunque en estricto rigor ha de ser el Jurado, quien dirima el asunto.


Pero lo que llama la atención es la odiosidad que levanta Isabel Allende en ciertos críticos, o a veces entre simples opinantes u “opinólogos” como suele decirse hoy en Chile.


Tan manifiesto es el tono insidioso de ciertas opiniones respecto de nuestra escritora, que pareciera que el éxito ajeno - más aún si aquél es internacional -, en Chile, es un pecado imperdonable. Despierta nuestra “insularidad”, nuestro provincianismo.


Tanta pasión en la polémica a propósito de la candidatura de Isabel Allende, resulta un poco folklórica. Porque intentando utilizar la literatura como pretexto, algunas opiniones no pueden disimular una cierta inquina necia en contra de nuestra escritora.


No conozco personalmente a Isabel Allende. Supe de ella tal vez en la década del 60, cuando escribía en la revista Paula. Perteneció a una generación de mujeres periodistas - cabras inteligentes y “minas güenas” - que se dieron en esa época. Sí, que se dieron, como las buenas manzanas, dulces y jugosas. Y luego descolló como novelista (¡desgraciadamente de éxito!).


Leyendo los dimes y diretes desde la distancia, podría pensarse que de pronto la literatura en Chile desata más pasiones que el fútbol. Asunto que si fuera verdad, significaría tal vez el inicio de un nuevo rumbo cultural para nuestro país.


Aunque también podría pensarse que “si la envidia fuera tiña…”

jueves, 1 de julio de 2010

LEJOS DEL MUNDIANAL RUIDO DE LAS VUVUZUELAS





de Roberto Matta, Vive que no es poco
Pues sí. Ahora que los hechos, los porfiados hechos, han enviado de vuelta a casa a la selección chilena, junto al mediatizado ché Bielsa, podré ver el resto del mundial de fútbol, tranquilo. Quiero decir, distante emotivamente.

Y aunque como el que se está ahogando, saca la mano para que lo vean, yo grito con el agua al cuello: “¡Pero nos quedan los equipos latinoamericanos!” Y claro, digo latinoamericano, con toda la intención de arrastrarles el poncho a los españoles, quienes gustan definirnos como “hispanoamericanos” (no faltos de razón).

No fue suficiente esta vez con tener en el equipo “magos”, “chupetes”, “matigoles”. Pero como estamos a acostumbrados a celebrar derrotas - sobre todo en el fútbol -, esperaremos resignadamente 50 años más, a ver si llegamos a los cuartos de final.

Sin embargo, pensando en lo difícil que nos resulta en el fútbol tener buenos resultados internacionales (como equipo, porque individualmente, hace rato que compran jugadores chilenos en el extranjero), ¿qué les parece si reflexionando con calma, caemos en la cuenta que quienes nos están dando buenos resultados internacionales desde hace muchos años, son los artistas chilenos?

Fíjese. En el campo internacional tenemos destacadísimos poetas; escritores; pintores. Y con muy buenos resultados internacionales tenemos a cantantes de ópera; cantautores; actrices y actores; cineastas (¡dictadores!, pero esto último lo dejamos pa callao), en fin, artistas.

Así es que quizás, pensándolo bien, tal vez somos un país de artistas, no de equipos de fútbol. Triste constatación para muchos, es cierto, pero que debería llevar a nuestros gobiernos a difundir mucho más la labor artística, y prestar cada vez más ayuda financiera a nuestros artistas nacionales (buen dato para Luciano Cruz-Coke, ministro de cultura).

De esta forma, una política realista, dejaría a nuestro fútbol en su nivel correspondiente: entretención solamente nacional.

¿Por qué en nuestro país se han desarrollado magníficos artistas que una y otra vez han desbordado las fronteras nacionales, y en el deporte, en general, tenemos una irregularidad casi inexplicable? Y aunque ésta parece una pregunta tipo Carcuro, la respuesta amerita complejas argumentaciones.

Yo, ni estoy capacitado para intentar esa argumentación ni éste es el lugar. Sólo alcanzo a darme cuenta que a diferencia del deportista, el artista no compite (¡excepto consigo mismo!).

Supongo que un competidor, además de la preparación técnica, necesita la aspiración de ganar, pero sobre todo, necesita antes que nada confianza en sí mismo. Confianza que en un ser humano, la procura no solamente la técnica, sino una actitud cultural.

Por ejemplo, el artista, por regla general es un contestatario, de cierto modo un rebelde, con un sentido crítico que lo impulsa a dilucidar su inquietud derivando en la creación de un objeto sensible, su obra artística.

El deportista… ¡Bueno, que lo diga Carcuro, que pa eso le pagan!